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La certeza del viento

Victor Palmov: El 1 de mayo, 1929. Óleo sobre lienzo. 161 x 161 cm. National Art Museum of Ukraine. Fotografía: Gentileza Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.



Davyd Burliuk: Tiovivo, 1921. Óleo sobre lienzo, 33 x 45,5 cm. National Art Museum of Ukraine. Fotografía: Gentileza Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.



Volodymyr Burliuk: Campesina ucraniana, 1910-1911. Óleo sobre lienzo, 132 x 70 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Fotografía: Gentileza Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid.



ANABELLA LAURA MONTELEONE


Licenciada en Gestión e Historia de las Artes por la Universidad del Salvador, es Magíster en Crítica y Difusión de las Artes por la Universidad Nacional de las Artes.


Entre 2006 y 2009 se desempeñó como curadora de la colección estable del Museo de Arte Tigre y desarrolló el archivo general inicial de la institución realizando tareas de investigación complementarias.


En el año 2009 comenzó su actividad como docente universitaria. Es hasta la actualidad Profesora Adjunta a Cargo de las cátedras Estética Contemporánea y Teoría del Arte e Historiografía de la Licenciatura en Gestión e Historia de las Artes de la Universidad del Salvador, profesora invitada a cargo de la materia Circuitos del Arte en ESEADE, y profesora de Estética Contemporánea en la Maestría en Educación Artística de la Universidad Nacional de Rosario.


En el año 2008 inició su vínculo profesional con CONSULTART|dgb sumándose como especialista en temas de arte contemporáneo. Actualmente integra la dirección de la firma y se desempeña como asesora en arte y mercado de coleccionistas e inversores.


Es también Investigadora del proyecto “Construcción social del valor del arte: la cuestión del dispositivo”, del área Mediatizaciones del Instituto de Investigación y Experimentación en Arte y Crítica de la Universidad Nacional de las Artes.


Desde 2018 imparte seminarios de crítica y filosofía del arte en el ámbito privado.


Por Anabella Laura Monteleone *

“Vivimos ya en lo absoluto porque ya hemos creado la eterna velocidad omnipresente” señalaban los futuristas en el texto que configuró las bases de su movimiento y que publicaron, bajo la firma de Filippo Tommaso Marinetti en el diario francés Le Figaro en el año 1909. La necesidad exasperante de habitar el presente que arrastraba consigo el nuevo milenio llamaba al hombre moderno a una basculación imperfecta entre el frenesí tecnológico de una ciencia imparable y el decadentismo de un paradigma que demostraba sus fallas. Y esa realidad, salpicada de progreso e incertidumbre, de utopía y de violencia, de novedad y de fragmentación, es la que se filtró en la hermenéutica de los protagonistas de la escena cultural de una Europa convulsionada por su belicismo. La exposición temporaria “En el ojo del huracán”, de reciente inauguración en el Museo Thyssen-Bornemisza, se propone como una ventana a ese presente lejano que, cien años después, se nos revela tan próximo como familiar, en un territorio cuyo nombre hoy nos moviliza con su sonoridad contundente: Ucrania.


Vista de la sede del Museo Nacional Thyssen-Bornemissa, en el llamado Paseo de las Artes, en Madrid. Fotografía: www.turismomadrid.es 



Las casi setenta obras reunidas para la ocasión dan cuenta del desarrollo de la vanguardia ucraniana en el marco de un contexto sociopolítico transido por las revoluciones de 1917, el colapso de los antiguos imperios y la guerra de independencia de la propia Ucrania, así como la sombra feroz de otro conflicto que, por primera vez en la historia, se sabía mundial.


La muestra funciona en un doble nivel. Se trata de un estudio riguroso, organizado cronológicamente, que presenta la obra de los principales maestros de la vanguardia ucraniana, así como una selección de piezas de la vanguardia internacional que contribuyeron significativamente al desarrollo de las diversidades estilísticas de un hacer local. El diálogo es por demás interesante. Esa otra vanguardia prometía una ausencia de fronteras a sus proposiciones de desvelar el procedimiento estético para desautomatizar la mirada del espectador. Y ese nuevo sujeto de contemporaneidad compleja, sin geografía ni raíz académica, cada vez menos contemplativo, tenía el desafío de construir su perspectiva a partir de un arte que, aunque atado firmemente al mundo del que provenía, hacía del camino analítico, tautológico, aparentemente no-referencial, una vía de problematización de la realidad. Tal como señalaba Theodor Adorno, se abría una opacidad que frustraba, pero liberaba radicalmente.


Los artistas ucranianos unieron a esa misión de ruptura la conciencia nacional de que, en un espacio inestable, el único signo puramente transparente es el que remite a sí mismo ante la fuga del contexto. Y en ese mapeo lúcido de un tiempo atravesado por el caos está la actualidad del contenido y su proyección global: el “Tiovivo” de Davyd Burliuk carga de inquietud la figura de la infancia; la “Campesina ucraniana” de Volodymyr Burliuk se confina en un interior sin poder recorrer la tierra que necesita; los personajes de “Viktor Palmov” se congregan para el combate y pierden en el camino inocencias y mariposas. Imágenes todas en las que, en términos de Walter Benjamin, el Otrora encuentra el Ahora en un relámpago y le habla a la cara a esta otra infancia, a los nuevos hombres de la tierra, a los actuales combatientes.  


Al mismo tiempo, la exhibición, que a partir del 30 de abril de 2023 continuará su itinerario en el museo Ludwig de Colonia, devino un dispositivo de preservación patrimonial que puso a resguardo 51 obras provenientes del Museo Nacional de Ucrania en un traslado organizado en el marco de una de las mayores ofensivas rusas en la región.


El martes 15 de noviembre, las piezas comenzaron su viaje hacia Madrid en dos camiones escoltados por un convoy militar que llegaron a destino el domingo 20, nueve días antes de la inauguración oficial, viendo pasar los misiles por sobre sus cabezas. La defensa de un patrimonio que representa la construcción cultural de un conjunto social estable, pero que nos llama a todos desde una historia que entrelaza símbolos y horizontes epocales, es un gesto firme que no puede soslayarse. La gestión conjunta de la institución española y las máximas autoridades ucranianas, desde el presidente Volodímir Zelensky, el ministro de Cultura Oleksandr Tkachenko, hasta los representantes del Museo Nacional de Arte de Ucrania y del Museo del teatro, la música y el cine de Ucrania, demostró  que son la mirada reflexiva y atenta sobre la diversidad, y la acción concreta frente al avasallamiento las que permiten sobreponerse a la adversidad, encontrar certeza en el viento y situarse en el ojo del huracán para encontrar resiliencia en la más ardua impermanencia.


* Especial para Hilario. Artes Letras Oficios. Diciembre de 2022.      



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