Poncho de vicuña para niño. Principios del siglo XXI.

Poncho de vicuña para niño. Tejedora: Telma Jaimez. San Fernando del Valle de Catamarca. Argentina. Principios del siglo XXI.

Bello poncho de niño, realizado en fibra de panza de vicuña por una maestra de la textilería argentina, la catamarqueña Telma Jaimez, desaparecida en el año 2013. Las prendas creadas por esta maestra se iniciaban con las tareas del hilado, asignadas en el taller a su hermana, Marta Yolanda. Tejido en un telar criollo de origen español. Telma aprendió el oficio siendo niña y lo disfrutó con orgullo el resto de sus días; vivía por y para sus tejidos.

Medidas: 102 x 53 cm. Flecos: 7 cm.

Los tejidos artesanales de fibra de vicuña reúnen dos tradiciones; la más antigua precolombina, e hispánica la más reciente. En los tiempos previos al arribo de los europeos el imperio incaico escogía sus mejores tejedoras para reunirlas en los centros de producción textil destinados a las autoridades. Esas manos maestras elaboraban las prendas de mayor jerarquía con las fibras hiladas de las “ovejas de la tierra”, las vicuñas. Lo cuentan los cronistas, entre ellos el Inca Garcilaso de la Vega en su Historia General del Perú, quien precisó que “soltaban los guanacos y vicuñas después de haberlos trasquilado”.

Así sucedió hasta que llegaron los europeos y con el aniquilamiento del Imperio Incaico, aquella práctica de la esquila cayó en el olvido, optando por sacrificar al animal para apropiarse de su pelambre. Con esta modalidad llegamos a las postrimerías del siglo XX con la especie en vías de extinción, hasta que se recuperaron las viejas técnicas aborígenes y con la esquila, hoy las vicuñas “gozan de buena salud” como especie.

Entre los criollos, el tejido de vicuña siempre fue apreciado por su elegancia y comodidad. Elaborado con supina paciencia, aquí lo encontramos con bandas y flecos teñidos con grana de cochinilla, logrando un efecto cromático muy atractivo para una prenda de niño.