Nada más cronopio, que un cronopio inédito

De pie y con las manos en sus bolsillos, a la derecha, Cortázar mira la cámara. Fotografía vintage. París, 1952. Colección Lucio Aquilanti.



Al dorso de la imagen anterior, el autor argentino escribió: «Locutor de “Les Actualités Françaises”. París 1952”. Colección Lucio Aquilanti.



Estudio bio y bibliográfico sobre Julio Cortázar, obra de Lucio Aquilanti y Federico Barea.



Lucio Aquilanti 

 

Librero anticuario e investigador en literatura, historia y bibliografía argentina. Es autor de “Un incunable rioplatense” (2004) y “Todo Cortázar. Bio-bibliografía, 2014”. Ha publicado artículos sobre el origen de la imprenta en América y en las Misiones Jesuíticas del Paraguay. Trabaja en la preparación de una obra sobre Antonio Di Benedetto y otras sobre Enrique Molina y Luis Franco. Ha realizado exposiciones bibliográficas en varios países y colaborado en varias jornadas, ciclos y conferencias en Argentina y en el exterior. Dirige la librería anticuaria “Aquilanti” y es fundador y ex Presidente de la Asociación de Libreros Anticuarios de la Argentina (A.L.A.D.A.).  


Por Lucio Aquilanti *

A finales de 1951 Julio Cortázar arriba a París para instalarse allí de manera irremediable. Consigue algunos trabajos menores y poco después se emplea como traductor en la UNESCO. El tedio lo abruma en las largas jornadas de trabajo. Poco antes había publicado en Buenos Aires su magnífico y tercer libro Bestiario, sin el menor éxito editorial y habiendo vendido tan sólo catorce ejemplares. Aun así, lejos de casa y en aquel París de posguerra con las cicatrices de la ocupación nazi aún abiertas, más y más crecía la magia del autor. Una ciudad herida. Cortázar caminando por el Quai de La Tournelle. Cortázar fumando, acodado en el Pont Neuf. Cortázar en el Teatro de Champs Élysées en un concierto de homenaje a Stravinski y Jean Cocteau recitando una de las obras y el entreacto, y la aparición de esa palabra que nos acompañará para siempre: «Me han nacido unos nuevos bichos que se llaman cronopios» (Carta a María Rochi, en 1952)


Se me ha solicitado examinar una formidable pieza hallada recientemente en Montevideo, titulada: «Historias de cronopios y de famas (París, 1952)» y en mi carácter de librero anticuario y de coleccionista e investigador de la obra de Julio Cortázar, puedo afirmar sin lugar a dudas, que se trata de un original del autor, mecanoscrito [1], de extraordinaria trascendencia.


Sabemos que Julio Cortázar tuvo una máquina de escribir Royal durante muchos años, al menos hasta 1966, cuando su esposa Aurora Bernárdez adquirió una Olivetti Lettera 32 (ver carta a Paco Porrúa, del 1° de julio del mismo año).


Al contrastarlo con otros originales podemos observar que está tipeado en la misma máquina de escribir con la que el autor producirá cuatro años más tarde, en 1956, varios textos que multiplicaría en su casa con ayuda de un mimeógrafo. Queda claro entonces que la presente pieza no es una reproducción mimeografiada ya que dicho aparato fue adquirido en un remate de la UNESCO, recién en el año ‘56. 


Una de aquellas primeras tiradas caseras, “Razones de la cólera” [2], pertenece a mi propia colección, hoy en el Tesoro de la Biblioteca Nacional Argentina. [3]


Al comparar fragmentos de ambas obras, distinguimos la misma tipografía, los mismos característicos acentos y el mismo tipo de correcciones a mano.  



Por otra parte, analizando la ingente correspondencia de Cortázar, hemos descubierto las siguientes pistas que demuestran la total contemporaneidad entre este original y la aparición de los cronopios en la inspiración del autor. Así vemos que:

 

En carta del 14 de junio a su gran amigo Eduardo Jonquiéres, en 1952, y coincidente con el año del mecanoscrito, escribe:

«Un día lo leerás a máquina, ya sabes que soy un prolijo taquimeco [taquimecanógrafo]. Los cronopios van bien, día a día me entero de nuevas costumbres y andanzas de estos bichos. Hay otros que se llaman “famas”, y también las “esperanzas”, que son perversas y persiguen a los cronopios. Un día tendré varios textos con sus aventuras, y te los mandaré».

 

Más tarde, el 20 de septiembre:

«Tú conoces ya a mis cronopios. Estoy copiando, y te mandaré, Historias de cronopios y de famas».

 

Y el 1 de octubre (siempre de 1952):

«Estuve a punto de hacerte un paquete con mis últimas faenas verbales, pero lo pensé mejor y he decidido mandárselas a Baudi [Luis María Baudizzone]. La razón está en que sólo tengo una copia, y que a Baudi no le he mandado nada desde que estoy aquí. Sé que él te pasará el cuadernito (que se llama Historias de cronopios y de famas) y que en el fondo será lo mismo. Además, y por último, sé que tú entiendes muy bien. Estos cuentecitos de cronopios y de famas han sido mis grandes camaradas de París. Los anoté en la calle, en los cafés, y sólo dos o tres pasan de una carilla. No los considero obra seria, sino un descanso bien merecido después de Keats. Noto que me ha sido dada cierta magia verbal, y los cronopios son la objetivación espontánea de esos juegos de la palabra consigo misma. Pero tú, buen observador, verás que por debajo van aguas más duras e intencionadas. Pienso que en la Argentina un librito así molestaría –como vagamente molestaba Macedonio Fernández, o molesta Ramón–, y que en cambio aquí, después de Plume por ejemplo, o los juegos de Crevel o de Desnos, valdría por lo que vale, es decir se lo aceptaría de lleno y se lo juzgaría con la misma seriedad que a una poesía de intención más alta. […] Esta jornada la dedico a la disipación. Me lo merezco después de tanta copia de cronopios y corrección de textos».

 

Mientras que el 19 de diciembre, le escribe esta otra carta en donde confirma que ha enviado el mecanoscrito a Buenos Aires.

«¿No te pasó Baudi mis pequeños cronopios, mis famas y esperanzas? Quiero que las leas porque son muy encantadores, muy tristes y muy enternecedores. Estoy muy contento de esos ejercicios, pero me temo que a Baudi le hayan parecido horrendos, a juzgar por su ominoso silencio».

 

Sabemos con certeza que también existe una versión mimeografiada de Historias de Cronopios y de Famas -a la que no hemos tenido acceso- pero queremos hacer hincapié en que el presente no es un ejemplar mimeografiado sino un mecanoscrito, de 1952 y como ya dijimos, los mimeografiados fueron realizados en 1956. [4]

 

Respecto de los textos que aparecen en este original, fueron exhaustivamente estudiados por el escritor Aldo Mazzucchelli (Ver Valioso conjunto de inéditos de Cortázar surge del fondo de un cajón en esta entrega de Hilario), quien descubre que varios de ellos se publicaron con correcciones en la primera edición de la obra (Buenos Aires, Minotauro, 1962). Pero mucho más asombroso ha sido para mí descubrir que otros siete, permanecen aún inéditos: “Inventario”, “Carta de un fama a otro fama”, “Mariposas automáticas”, “Los viajes y los sueños”, “Diminuto unicornio”, “Rabia del espejo” y “Rey del mar”.


Aunque lo considero poco probable, si en cierto momento llegara a localizarse la edición de alguno de estos relatos, por ejemplo en alguna antigua revista, entendemos que la originalidad de esta pieza tan temprana de la obra cortazariana es de un valor excepcional tanto por sus textos desconocidos, como por las primeras versiones de otros. Creemos que se trata de una pieza de altísimo interés para una institución especializada como para una colección privada ya que, de adquirirla, tendrían en sus manos un original único y desconocido hasta el momento, indispensable como material pretextual para el estudio genético y del proceso creativo de una de las más afamadas obras del autor y, además, como pieza extremadamente singular y de enorme valor en cualquier colección de literatura latinoamericana.

 

No han sido pocas las veces que mi carrera de librero, coleccionista e investigador, me ha deparado sorpresas, pero sin duda, esta ha sido de las más cronopias.

 

Notas: 

1. Mecanoscrito o manuscrito a máquina.

2. Lucio Aquilanti - Federico Barea, Todo Cortázar, Buenos Aires, Ed. Fernández Blanco, 2014, n. 112.

3. (Nota del editor:) A finales de 2014, la colección reunida por este librero se incorporó al patrimonio de la Biblioteca Nacional de Buenos Aires; la misma se conserva en su Tesoro y lleva el nombre de Colección Aquilanti Julio Cortázar.

4. Lucio Aquilanti - Federico Barea, Ob. cit., p. 149.


* Buenos Aires, Julio de 2023. Especial para Hilario. Artes Letras Oficios


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