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TEXTILES

Rebozo Maya.

Rebozo Maya. Etnia Quiché. Totonicapán. Guatemala. Primera mitad del siglo XX.

 

Tejido en hilado de algodón y de seda, este rebozo -denominado perraje según la tradición maya- fue confeccionado en un telar criollo de pedales, adaptación de los telares españoles introducidos en la América española por los misioneros de la Compañía de Jesús en el siglo XVI. En su confección alternan calles de hilado de algodón que muestran figuras –actualmente apenas perceptibles por el paso del tiempo- obtenidas con técnica de Ikat, consistente en el amarrado de las zonas de hilado que se desean preservar, antes de sumergir el mismo en el baño tintóreo, de manera que al desatar las citadas amarras queda el dibujo a la vista. En el caso del jaspe - tal la denominación del ikat en la cultura maya- la particularidad radica en que las calles horizontales se tejen con una demasía para “acomodar” el dibujo y ese sobrante se reúne en pequeños haces que se introducen en el tejido. Esta técnica, única en el universo textil, recibe el nombre de “injerto” en la jerga de las artesanas de Totonicapán y es una verdadera marca de origen de estas prendas; un signo de excelencia aún más bello con las calles policromas de seda que la enmarcan. Y en sintonía con su arte, los flecos de hilos de seda -retorcidos y anudados uno a uno-, otorgan a esta pieza un marco de elegante movimiento que realzaba con su vaivén el andar de su dueña. Medidas. Largo 175 cm Ancho 84 cm. Flecos: 10 cm. 

 

La seda utilizada en estas prendas es originaria de la zona, cuya producción se encuentra documentada como anterior al siglo XX, tal como lo consigna Ruth Corcuera: “Entre los datos que pude recabar en el Bulletin des Soies et de Soieries del Museo de Lyon, encontré un llamativo artículo publicado en 1902, en el que se habla del envío hecho por Guatemala para la exposición de 1900 de un muestrario de seda. Dicha seda corresponde a una mariposa que en el artículo se cita como Ataco Cintia, cuyo nombre común sería Chicop. Los sitios mencionados como originarios de esta seda son especialmente situados en los alrededores de Quetzaltenango.” [1]. Precisamente, al mercado de Quetzaltenango viajaban las artesanas de Totonicapán, recorriendo veinticinco kilómetros de senderos de montaña, para obtener la seda con que tejían estos hermosos “perrajes”. 

 

Nota:

1. Ruth Corcuera, Mujeres de Seda y Tierra, Edit. Argentina, Buenos Aires, 2006, p. 117



S.O.XXII - ISM

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