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Diego y yo.

El universo de Frida Kahlo en su autorretrato Diego y yo.



Sonia Decker


Directora de CONSULTART/dgb, consultora con más de treinta años de actuación en el mercado de arte local. 


Licenciada en Publicidad (USAL). 


Fue Perito judicial en Arte, y Profesora de “Mercado del Arte” en las Universidades del Salvador y del Museo Social Argentino.


Integró el grupo fundacional del Museo de Arte Tigre, teniendo a su cargo la adquisición de las obras de su colección permanente.


Artista pintora, ha realizado sus últimas muestras individuales en las galerías VYP, Arroyo y Librería Menéndez.

Por Sonia Decker

Sotheby´s remató en su sede de Nueva York la obra de Frida Kahlo “Diego y yo” en la suma de 34, 9 millones de dólares. La pieza fue adquirida por Eduardo Costantini, y era propiedad del magnate inmobiliario neoyorquino Harry Macklowe y de su esposa Linda; formaba parte de una notable colección de arte cuya dispersión tuvo como origen el divorcio de la pareja después de 57 años de matrimonio.


 

El 16 de noviembre fue rematada en Soteby´s en 34,9 millones de dólares. Récord para una obra de arte latinoamericano, y segunda cotización mas alta a nivel mundial de una obra de artista mujer adquirida en subasta.

 

 

Al leer la noticia, vino de inmediato a mi memoria, la adquisición de la obra “Autorretrato con chango y loro “ (1942) , por la que Costantini pagó en la misma Casa de Remates, en el año 1995 , la suma de 3.192.500 millones de dólares.


Diego y yo, una pequeña pintura de tan solo 28 cm x 22 cm, nos muestra una Frida angustiada, tal vez producto de una nueva infidelidad de Diego Rivera supuestamente vinculada a una relación con la actriz Maria Felix.


Frida se presenta de frente, con su cabello ensortijado que se desliza hasta su cuello en forma de cadena, con su habitual mirada intensa y sus cejas unidas, ataviada con una túnica como las que llevaban las mujeres tehuanas. La preponderante imagen circular de Diego Rivera, se sitúa en medio de la frente de Frida, llevando la atención del espectador de manera rotunda hacia este “tercer ojo”. Está clarísimo el mensaje, donde una vida rodeada de celos, infidelidades, amores contrariados y pasiones desmedidas, se mezclaba con la ideología y la política partidaria, conformando un universo complejo y torturante. Y en ese mundo, ambos eran lo más importante para el otro, a pesar de infinidad de vaivenes y tensiones. 


Frida Kahlo pintó muchos autorretratos, su género favorito. Solía expresar: “Pinto autorretratos porque estoy sola muy a menudo, y soy la persona que conozco mejor ”. Gran definición para comprender de inmediato, como esta mujer de fragilidad extrema en lo físico, logró reunir con esfuerzo y destreza pictórica todos los requisitos para convertirse en la pintora iberoamericana que ha alcanzado los precios más altos hasta el momento.


Independiente respecto de cualquier movimiento, creo que Frida Kahlo pintaba exclusivamente su realidad. Podemos vincularla al surrealismo contra el que se revelaba a pesar de su vínculo y admiración por André Breton, o tal vez al realismo mágico. Pero esta artista que todo lo expresaba con pinceladas controladas, muy elaboradas y sintéticas recreando su propio mundo interior, su tragedia y sus frustraciones, ha logrado no solo ser un mito, sino que es un absoluto fenómeno del arte contemporáneo. Podemos atribuirlo a su fenomenal personalidad, a su matrimonio con Diego Rivera, o a su participación en la vida pública y en la política. Pero las cifras marcan una absoluta realidad. Esta obra fue vendida en 1994 en poco más de un millón de dólares, lo que nos demuestra que el ascenso de los valores de Frida Kahlo ha sido sustancialmente vertiginoso.


Eduardo Costantini ha apostado nuevamente por Frida, invirtiendo en una pieza más que representativa de la vida de la artista y ligada a la esencia de los orígenes fundacionales de su Museo. Celebramos que, en este momento tan incierto, haya adquirido esta obra para que podamos disfrutarla como tantas otras, en las paredes del Malba.


 


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