Tras las huellas de la Exposición Internacional del Centenario. Buenos Aires, 1910 - 2022.

El Pabellón Argentino, sede de la Exposición de Arte. Fotógrafo no identificado.

Pocos años después de la Exposición de 1910, el Pabellón Argentino se acondicionó como sede del Museo Nacional de Bellas Artes. Nótense los calcos adquiridos en 1905 por Eduardo Schiaffino en Europa, hoy son preservados en el Museo del Calco de la Cárcova

Entrada principal a la Exposición Industrial del Centenario, fotógrafo desconocido, 1910.

Pabellón Frers, levantado en ocasión de la Exposición del Centenario en la Sociedad Rural Argentina, frente a Plaza Italia.

La entrada al Pabellón de Ferrocarriles y Transportes Terrestres. En el centro y a lo lejos, el Pabellón Argentino.

Mapa con los primeros ocho puntos, tras las huellas de la Exposición Internacional del Centenario de 1910.

Guillermo Vega Fischer

(Buenos Aires, 1979)


Compositor, pianista, dramaturgo, director musical y teatral, egresado de la Universidad Nacional de La Plata. Dirige junto al artista visual Pablo Archetti la Compañía Canción Nocturna del Caminante con la que estrena óperas de su autoría, como En la colonia penitenciaria, sobre el cuento de Franz Kafka; El infierno musical, sobre el libro de Alejandra Pizarnik y Canción nocturna del caminante y su pálido compañero, sobre canciones de Franz Schubert. Actualmente gestan una nueva ópera sobre la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires en 1871. Integra el grupo fundador de Hibridaciones Escénico Musicales, colectivo de estudio, difusión y apoyo a la ópera contemporánea y el teatro musical. 

 

Aquí su página con su producción: www.ccnc.com.ar


Dentro del equipo de Hilario se ocupa de la investigación y catalogación, especialmente en las áreas de las artes visuales, fotografía patrimonial, cartografía y literatura.


Por Guillermo Vega Fischer*


Las ciudades constituyen una de las construcciones más complejas y maravillosas de la creación humana. En ellas nuestra especie despliega su civismo y capacidad de convivencia, siendo además reservorios de su patrimonio cultural, de su desarrollo tecnológico, de su ciencia y su arte, son también testigos de su historia. Cada esquina, cada calle y cada plaza nos hablan, a veces con mudos signos, de quienes las construyeron o las hirieron con batallas, y también de quienes las destruyen. Las ciudades crecen como los palimpsestos, esos antiguos manuscritos que, a falta de papel, conservan en sí escrituras de diversas épocas, superpuestas, unas sobre otras. Quienes habitamos esta maravillosa ciudad de Buenos Aires, fundada en 1536 y refundada en 1580, convivimos con esta multiplicidad de tiempos, ¡casi quinientos años de historia, en tan pocos kilómetros! Sin embargo esta superposición a veces nos deja un sinsabor amargo, al evidenciar la triste realidad de que los tiempos posteriores borran casi por completo los signos de los que los precedieron. Ora en nombre del avance, del progreso o del futuro; ora en nombre de un color político que aniquila el recuerdo de su opuesto. O más acorde a nuestro tiempo, por desidia e ignorancia, sumadas al desenfrenado lucro inmobiliario. Y lo que leemos en los libros escritos hace apenas unas décadas dificultosamente lo hallamos en las esquinas, en las calles, en las plazas.


Uno de los más emblemáticos casos de estas capas de historia borradas es el de la Exposición Internacional de 1910, celebrada con motivo del centenario de la Revolución de Mayo. ¿Cómo es posible que perduren tan pocos rastros de la más fastuosa celebración que se llevó a cabo en nuestra ciudad y en nuestro país? 


Tal fecha encontró a la Argentina en el cénit de su desarrollo económico, y en una época en que las grandes ferias y exposiciones internacionales, surgidas a mediados del siglo XIX como resultado de la Revolución Industrial y en el marco de un modelo capitalista liberal, se imponían como el medio de evidenciar la grandeza de una nación. La Exposición Internacional de París de 1887, en ocasión del centenario de la Revolución Francesa y la Feria Mundial: Exposición Colombina de 1893 de Chicago, Estados Unidos, por los cuatrocientos años de la llegada de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo, son dos antecedentes. La Exposición Internacional del Centenario de 1910 debía estar a la altura de aquellas. Buenos Aires era en ese momento el conglomerado urbano más grande de Latinoamérica, la octava ciudad del mundo y una de las más ricas gracias al esquema económico agroexportador que se había desarrollado desde 1880. Argentina era llamada el granero del mundo y en París se acostumbraba a usar la frase ¡Il est riche comme un Argentin! -en español, ¡Es rico como un argentino!


La Exposición engalanó a la ciudad desde mayo de 1910 y algunas actividades perduraron hasta el año siguiente. Se levantaron 35 nuevos edificios especialmente diseñados para esta fiesta, divididos entre cinco grandes exposiciones: Agricultura y Ganadería, Ferrocarriles y Transportes Terrestres, Higiene, Bellas Artes, e Industria. También se erigieron los pabellones de distintas provincias como Córdoba, Mendoza, Salta, Jujuy y Tucumán, y de países amigos: España, Italia, Inglaterra, Suiza, Imperio Austrohúngaro y Paraguay. De hierro y cristal algunos, de concreto otros, cada uno fue una joya arquitectónica inspirada en las diversas vertientes vanguardistas del momento, como el eclecticismo y el art nouveau. ¿Puede creernos, lector, que sólo un puñado de todos estos edificios permanecen en pie?, y prácticamente ocultos a la vista de los ciudadanos. 


En este artículo realizaremos un somero racconto de sus pabellones y monumentos para aventurarnos en un viaje real por la Buenos Aires actual, tras las huellas de la Exposición Internacional del Centenario. Y lo incluimos dentro de la sección Paseos culturales, entonces, a modo de invitación a recorrer la ciudad, a estar atentos al cruzar ciertas plazas o transitar ciertas avenidas; a hacerlo con mirada curiosa, si se quiere arqueológica. Como ayuda, trazaremos en un plano de esta metrópolis la ubicación de cada escultura, de cada monumento, e incluso de algunos ligeros vestigios de aquella Exposición. Y finalmente, en el deseo de promover un llamado a la recuperación, a la preservación, en definitiva, al respeto de nuestro patrimonio cultural, arquitectónico, artístico e histórico.


Pabellón de Arte


Comencemos por la Exposición de Arte; ubicada en Plaza San Martín tomó como sede el Pabellón Argentino que se diseñara y construyera en París en ocasión de la Exposición Universal de 1889. Obra del arquitecto parisino Albert Ballu, el gobierno nacional le encargó que fuera desmontable para luego trasladarlo a Buenos Aires. Diseñó entonces un magnífico edificio en estilo ecléctico y realizado en hierro, mayólicas y vidrio, el cual ganó en aquella exposición de 1889 el primer premio entre los pabellones internacionales. Vuelto a armar en nuestro país en Plaza San Martín, tuvo en sus comienzos un teatro en su planta baja, y fue sucesivamente sede de diversas iniciativas culturales, como la Exposición Nacional de 1898; dos años más tarde, la sede del Museo de Productos Argentinos de la Unión Industrial Argentina; y en 1910, la sede de la Exposición de Bellas Artes cuando los festejos del Centenario.


Aquella muestra fue inaugurada por el intendente Manuel Güiraldes el 12 de julio de 1910, en presencia del presidente José Figueroa Alcorta, entre otros. Incluía al Pabellón Argentino y otros suplementarios, ya que resultó no ser suficiente para la cantidad de piezas exhibidas, que alcanzaron un número de 2.375. Luego de este uso, el pabellón se transformó en el emplazamiento del Museo Nacional de Bellas Artes hasta su demolición definitiva hacia 1933. En el año 2014 este viejo Pabellón Argentino volvió a ser noticia, puesto que restos de sus hierros eran vendidos en Mercadolibre por los herederos de quien los compró otrora en remate público. ¿Qué nos queda de este maravilloso edificio?, el registro fotográfico de los artistas que posaron su cámara en aquella última década del siglo XIX y primeras del XX, (VER) y los cinco grupos escultóricos que decoraban su exterior, ahora distribuidos por toda la ciudad. 


Las cuatro esculturas que remataban en las esquinas del edificio fueron encargadas al artista francés Louis-Ernest Barrias. Se trataba de dos pares de alegorías escultóricas con mástiles, La Navegación y La Agricultura, y del grupo alegórico central, La República Argentina, este último obra del escultor francés Jean-Baptiste Hugues. Todas fueron fundidas en bronce por la prestigiosa casa francesa Thiébaut Frères, autora en Buenos Aires de la farola que corona el edificio del diario La Prensa sobre la Avenida de Mayo. Estas cinco obras se conservan, y pueden verse emplazadas en diversos sitios de la ciudad. La República Argentina fue reubicada en la Escuela Técnica Raggio, Avenida del Libertador y Pico, en el barrio de Núñez (n.1 en nuestro mapa guía). Una de las copias de La Navegación está ubicada en Avenida de los Incas y Zapiola en Colegiales (n. 2), la otra, en la Plaza Sudamérica, en Villa Riachuelo. Desgraciadamente esta figura está incompleta, el personaje masculino carece de un brazo y el remo y el femenino de su trompeta (n. 3). Una de las copias de La Agricultura embellece la Plazoleta Alejandra Pizarnik, en Avenida San Isidro Labrador y Avenida Cabildo, en Núñez (n. 4), mientras que la segunda lo hace en Avenida Riestra y Martiniano Leguizamón, en Villa Lugano (n. 5).


Mástil con grupo escultórico La Navegación emplazado en 1935 en Plaza Sudamérica del Barrio Villa Riachuelo de la Ciudad de Buenos Aires. Esta fotografía fue tomada en 1952, cuando la obra se transformó en altar de la recién fallecida Eva Duarte de Perón. Gentileza Foto Archivo Américo Carpinetti.



Regresando al asunto de estas fatídicas demoliciones, ¿podría este edificio, el Pabellón Argentino, haber perdurado y ser actualmente de utilidad? Sí, una verdad irrefutable lo confirma. Su par, el Pabellón Chileno de la misma Exposición Universal de París de 1889, también diseñado en el estilo industrial de hierro y vidrio está hoy soberbiamente instalado en Santiago de Chile, y es sede de un museo interactivo, el Museo Artequin.



Pabellón Industrial


Se ubicaba en los bosques de Palermo, entre la avenida del Libertador (por entonces avenida Vértiz), la avenida Iraola y los lagos. El conjunto de pabellones industriales se inauguró recién el 25 de septiembre de aquel festivo 1910. Fue diseñado por el arquitecto uruguayo nacionalizado argentino Arturo Prins, el mismo del inconcluso edificio neogótico de la Facultad de Derecho sobre la avenida Las Heras, actualmente Facultad de Ingeniería. El edificio principal era semicircular, en estilo art nouveau y con un faro. Como en cada sección de la Exposición, la feria industrial poseía gran cantidad de pabellones, galpones, galerías de maquinarias, pabellones particulares y ocho de las provincias presentes. Todas estas construcciones fueron demolidas, sin embargo el perfil semicircular del edificio principal perdura en el diseño de la actual Plaza Holanda, siendo éste el sexto punto en nuestro mapa (n. 6), en la búsqueda de las huellas de la Gran Exposición.


Plano del Pabellón Industrial. Obsérvese al comparar con la fotografía siguiente, tomada desde un aeroplano tiempo después de la Exposición del Centenario, cómo la Plaza Holanda mantuvo el diseño semicircular del edificio principal.




Pabellón de Agricultura y Ganadería


Se ubicó en los terrenos de la Sociedad Rural Argentina en el barrio de Palermo, sumado a un predio anteriormente ocupado por el viejo Cuartel de Infantería, la manzana comprendida entre las avenidas Alvear, Sarmiento y Cerviño. Al finalizar la Exposición en este predio se inauguró la Plaza Seeber, que recuerda al Intendente de Buenos Aires que trajo el Pabellón Argentino desde París. 


Contrario al resto de las secciones, se conservan en la actualidad  varios edificios del Pabellón de Agricultura y Ganadería, y todos en magnífico estado. La Sociedad Rural Argentina comenzó en 1906 la planificación de las obras para la Exposición del Centenario. A los arquitectos Pedro Vinent, E. Maupas y Emilio Jáuregui se les encargó la construcción del Pabellón Emilio Frers, en el que funcionó el Museo Agrícola. De rasgos ecléctico académicos y art nouveau en su herrería, fue construído en mampostería y con grandes ventanales de hierro y cristales repartidos, y posee 2350 metros cuadrados. A los arquitectos Eduardo Lanús y Pablo Harry (los mismos que hicieron el edificio de la Aduana de la calle Azopardo) les fueron encomendado la creación del Restaurante El Central y la Tribuna Oficial o de Honor, y al arquitecto Salvador Mirate la gran pista central de 3280 metros cuadrados y los Pabellones Equinos, laterales a la pista central, de estilo industrial, con laureles y otros motivos decorativos en el exterior. Estos pabellones equinos fueron -y son- coronados por diversos grupos escultóricos, obras del artista francés J. Vaisseaux y del italiano Giovanni Bertini y realizadas en hierro fundido -de allí el color rojizo que actualmente poseen- por la firma francesa Duval. La mujer representa a la tierra, la hoz remite a la agricultura y el hombre, rodeado de animales, al campesino.


Sea éste conjunto de edificios el séptimo punto de nuestra promenade. Puede transitarse frente al imponente Pabellón Frers sobre la avenida Santa Fe, o en ocasiones como en la reciente Exposición Rural o tantas otras actividades en el predio, recorrer este espacio, el más cercano que nos queda del que vieron los anonadados ojos de los porteños en 1910.


El Pabellón Frers en la actualidad. Empero de ser el único pabellón conservado con integridad, pueden observarse significativas pérdidas o remodelaciones. Los techos y la cúpula vidriada, una escultura y su pedestal sobre la entrada -y su par en la cara interna del edificio-, la parte inferior de cada ventanal tapiada, y la simplificación de su ornamentación.



Pabellón de Ferrocarriles y Transportes Terrestres


La más grande de las exposiciones fue la de Ferrocarriles y Transportes Terrestres. Se inauguró el 17 de julio en los predios del Regimiento 1 de Patricios. Se exhibieron automóviles europeos, yates, embarcaciones deportivas a remo, aeroplanos, locomotoras -como la primera que circuló en Buenos Aires en 1857, La Porteña-, carruajes, uno de ellos presidencial, vagones, autobombas y motores a vapor y eléctricos. En el gran predio se levantaron los magníficos pabellones de los países participantes (Italia, Gran Bretaña, Alemania, Austria, la sección de Francia y Argentina), cada uno construído por obreros de sus respectivas naciones. Tuvo dos estaciones ferroviarias, una de factura italiana y otra argentina. Una de ellas se envió luego a Santa Fe como cabecera del Ferrocarril Central Norte. Aquello resultó ser un gran parque de diversiones. Los hermanos Newbery habían organizado paseos y carreras en globos aerostáticos, para esta finalidad utilizaron cuatro globos, dispuestos en pares a cada lado de la Plaza central, en tanto que un cable carril atravesaba el predio desde el pabellón de Gran Bretaña hasta el alemán.


Fue la exposición más concurrida. Los visitantes ingresaban a través de dos grandes portales circulares que enmarcaban la entrada y se enfrentaban, a lo lejos, con la verdadera joya de esta exposición, el Pabellón Argentino, también llamado “Gran Pabellón Central de la Exposición Internacional Ferroviaria y de Transporte Terrestre” o “Pabellón de Fiestas, Correos y Telégrafos”. Fue diseñado por el arquitecto milanés Virginio Colombo junto al estudio de Vinent, Maupas y Jauregui, del que Colombo fue su director, apenas llegado desde Italia y por el que ganó la medalla de oro. Virginio Colombo fue uno de los arquitectos más importantes en Buenos Aires en las dos primeras décadas del siglo XX. Llegó a nuestro país en 1906 contratado para realizar la ornamentación del Palacio de Justicia, y desde entonces embelleció nuestra ciudad con obras en estilo Liberty milanés, una de las corrientes del art nouveau


El Pabellón Argentino y delante una multitud de concurrentes a la Exposición de Ferrocarriles y Transportes Terrestres, la más visitada del Centenario.



Retornemos ahora al Pabellón Argentino, su estilo es el eclecticismo académico y la ornamentación muestra influencias de la llamada Secesión Vienesa. El frente curvo, en forma de hemiciclo, cuenta con una galería sostenida por grandes columnas y en lo alto una gran cúpula vidriada. Escribimos en presente, porque milagrosamente, este Pabellón aún perdura, aunque en un completo estado de abandono. Su particular ubicación, dentro del predio militar del Regimiento de Patricios no nos permite recorrerlo, pero sí puede verse desde lo alto, subiendo a la cochera de la terraza del Jumbo Easy Palermo, cuya entrada es por la avenida Intendente Bullrich 345. Este es nuestro octavo punto en el mapa.


Su historia es muy particular. Muchos jóvenes porteños varones lo conocen puesto que allí se realizaban las revisiones para el servicio militar obligatorio, y desde su suspensión en 1995, el edificio quedó completamente en desuso y a la buena de dios. En 1994 el Ejército firmó un convenio con Cencosud, un consorcio empresarial multinacional chileno, para la explotación del terreno durante veinte años, con prórroga de dos períodos de sesenta meses. Allí fue levantado el gran hipermercado que mencionamos. Una de las condiciones del convenio exigía a la empresa realizar el “reciclado del Gran Pabellón Central (...) hasta lograr un grado de terminación similar al que poseía originalmente, incluyendo el mantenimiento de sus fachadas exteriores, ornamentos y dispositivos conexos”. Por supuesto, la restauración y mantenimiento nunca se realizó. Cencosud diseñó un proyecto de “Puesta en Valor, Restauración y Reciclaje” en el año 2008, que tampoco se concretó, lo que llevó al Estado Nacional a iniciar una demanda contra la empresa (expediente 29.528/2014). En el año 2010 el Pabellón fue declarado Monumento Histórico Nacional y en 2017 la Agencia de Administración de Bienes del Estado anunció que el predio cambiaría su funcionalidad. A través de un decreto firmado por el ex presidente Macri se habilitaban los terrenos para transformarlo en un espacio público con emprendimientos privados, una vez finalizado el contrato con Cencosud. Se lanzó el “Concurso Nacional de Ideas para el Pabellón del Centenario y su entorno”, y en el año 2019 fue anunciado el ganador, cuyo proyecto incluye la construcción de edificios para viviendas, oficinas y locales, y un gran parque con el Pabellón Argentino como protagonista. Pandemia y crisis mediante, el plan permanece inerte.


Mientras redactamos este artículo, leemos una feliz noticia: la Corte Suprema rechazó por unanimidad un planteo presentado por la empresa Cencosud contra la sentencia que le ordenaba la restauración del Pabellón. La Sala V de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso Administrativo Federal -al confirmar la sentencia de primera instancia- hizo lugar a la demanda y ordenó que Cencosud “procediera a la restauración del Gran Pabellón Central hasta lograr un grado de terminación similar al que poseía originalmente, incluyendo el mantenimiento de sus fachadas anteriores, ornamentos y dispositivos conexos, con costas”. La Corte sostuvo que la decisión “se halla en línea con el texto del artículo 41 de la Constitución Nacional, que reconoce la importancia fundamental de la preservación del patrimonio histórico, artístico y cultural de la Nación”. Los informes de que se valió el Tribunal dan cuenta del alto nivel de deterioro y de riesgo del conjunto protegido, tanto en exteriores como en interiores, detallando que el Pabellón ya no cuenta con su parte superior, que sus muros tienen grietas de donde emergen arbustos, que los vidrios están rotos, los revoques y cielorrasos caídos, las columnas agujereadas y su estructura interior de hierro y pisos de madera ausentes casi por completo. ¡Enhorabuena!


Concluimos aquí una primera entrega de este paseo histórico que incluye ocho puntos para visitar o bien agendar, ya que se completará en el número próximo de esta publicación con la exposición que nos resta señalar, la de Higiene, y los diversos monumentos, regalos de los países amigos y sus colectividades en nuestro país, y otros de construcción propia. Concluye el invierno y la ciudad nos espera para redescubrirla desde esta perspectiva, mezcla de turismo y arqueología urbana.



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