Jakob Wolff, un coleccionista de mobiliario colonial.



Guillermo Palombo

 

Miembro Emérito del Instituto Argentino de Historia Militar, integrante del Grupo de Trabajo de Historia Militar de la Academia Nacional de la Historia, Académico Correspondiente de la Academia Sanmartiniana y del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, ex presidente del Instituto de Estudios Iberoamericanos.

 

Su producción impresa sobre diversas disciplinas (libros, folletos, capítulos en obras colectivas, artículos en revistas especializadas y diarios) supera los 300 títulos.


Por Guillermo Palombo

Diría que es algo común y corriente que al hablar de los coleccionistas argentinos casi exclusivamente nos referimos a quienes tuvieron sus colecciones en Buenos Aires y que, en consecuencia, se nos haga cargo de olvidar a los del interior del país. Pero, la verdad sea dicha, poco sabemos de estos últimas, a cuya categoría perteneció el doctor Jakob Wolff, nacido el 2 de junio de 1861 en Edenkoben, una antigua y pequeña ciudad en suelo alemán (Renania-Palatinado) con apenas casi siete mil habitantes en la actualidad. Llegado a nuestro país, hacia 1889 se radicó en la capital de la provincia de Córdoba, donde formó su hogar, ejerció su profesión de médico y se vinculó a numerosas manifestaciones culturales


Se desempeñó como cónsul honorario de Alemania, integró la institución cultural El Ateneo de Córdoba y colaboró con el Museo Politécnico Provincial, creado el 24 de enero de 1887 por la decidida intervención del ministro de Gobierno, Ramón José Cárcano, uno de los más fervientes impulsores de la iniciativa. Dicho museo fue dirigido por el presbítero Gerónimo D. Lavagna hasta su muerte en 1911. Nombrado para ese cargo por el gobernador Garzón, el 27 de septiembre de ese año Wolff asumió su dirección, que desempeñó hasta su muerte ocurrida el 14 de marzo de 1917 en Lomas de Zamora. Bajo su dirección el museo se enfocó hacia el arte y la historia, con especial dedicación al período colonial de la historia cordobesa.


Interesado por el pasado local, Wolff fue adquiriendo de antiguas familias de Córdoba y La Rioja mobiliario proveniente de España o de construcción local.


Es sabido que el primero, de calidad, procedía por lo general de Andalucía, Cataluña, Galicia y la frontera con Portugal. Los libros de la Real Aduana y expedientes de entre 1770 y 1790 que se conservan en el Archivo General de la Nación registran el ingreso de bufetes, camas, cómodas, contadores, cornucopias, estrados con guardamecíes (revestimiento de cuero trabajado), mesas, papeleras, taburetes, etc. Por su parte, los testamentos de los poderosos revelan cómo estaba “colgada y aperada” una vivienda de la época. El segundo, Producto de la habilidad de los carpinteros locales, unió la madera excelente de algunas zonas del territorio, como la del jacarandá (la Dalbergia nigra, una especie endémica del Brasil, desde las selvas del este de Bahía a Río de Janeiro); el urunday de hermosas vetas (Astronium jungladifolium, Anacardiaceae) de Corrientes, Salta o el Chaco, o el nogal de Tucumán, con las cuales se fabricaron arcas, mesas, bancos, camas llanas o con pilares, escaleras, cajas, sillas y escaños. Objetos que pronto tuvieron la competencia de los que venían del Brasil y también de Inglaterra (mesas, bargueños sillería, escritorios).


Pero también cuadros, cornucopias, candeleros y arañas de plata (o de hierro) con velas, y hasta abanicos, exhibía Wolff en su domicilio particular, donde llegó a reunir 472 piezas.


A su fallecimiento, un golpe de suerte arrancó esa colección de las garras de acreedores cuando fue ofrecida en venta al gobierno por intermedio de los Bancos de la Nación, Alemán y de Córdoba.

 

Antigua postal con la vista de la casa del virrey Sobremonte, sede del Museo Histórico Provincial de Córdoba Marqués de Sobremonte.



Deodoro Roca, hombre exquisito si los ha habido, que el 31 de julio de 1916 había sido designado director del Museo Provincial de Córdoba, consideró que el conjunto reunido por Wolff era “valiosísimo”  y esencial para la  conformación de dicho Museo, por lo que gestionó su adquisición, que se materializó en octubre de 1917 mediante decreto firmado por el gobernador Julio C. Borda autorizando su compra en la suma de veintiséis mil pesos, una inusualmente elevada para la época y reveladora de la importancia que los funcionarios públicos le daban al patrimonio cultural.

 

Frente actual del edificio. Fotografía: Gentileza Cultura Córdoba.



La figura de este coleccionista hubiera quedado completamente olvidada si el siempre recordado historiador cordobés Efraín U. Bischoff no le hubiera dedicado un folleto titulado Doctor Jacobo Wolff. Un alemán cordobés. [1]

 

Hoy, la colección Wolff puede apreciarse en el Museo Histórico Provincial, la vieja casa del marqués de Sobre-Monte ubicada en Rosario de Santa Fe esquina Ituzaingó de la ciudad de Córdoba.

 


Nota:

1. Efraín U. Brischoff, Doctor Jacobo Wolff. Un alemán cordobés, Córdoba, Ediciones Copiar, 1998, 74 páginas.



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